Por: Juan Rodríguez Vega
Gregor Johann Mendel fue un monje agustino y naturalista austriaco que por el 1800 descubrió las hoy llamadas Leyes de Mendel que venían a explicar el – hasta ese entonces – misterio de la herencia genética. Las leyes de Mendel predicen el comportamiento y la herencia de los genes de tal manera que es posible determinar – sin lugar a dudas – el aspecto y características de una nueva generación. La inquietud de Mendel nace tras observar que existen principalmente dos tipos de arvejas: las verdes y las amarillas.

Entonces Mendel se propuso desentrañar el ‘problema’. Descubrió que al cruzar dos razas puras (homocigotos) o especies, la descendencia obviamente será híbrida (heterocigoto) pero conservará un fenotipo idéntico a uno de los progenitores. Es decir, si tenemos un padre con los ojos negros (raza pura) y una madre con los ojos verdes (raza pura), el niño tendrá los ojos negros.
Mendel estableció entonces que si se cruzan dos razas o líneas puras que difieren para un determinado carácter, los descendientes de la primera generación son todos iguales entre sí (igual fenotipo e igual genotipo) y a su vez de igual fenotipo que uno de los progenitores, independientemente de la dirección del cruzamiento (por ejemplo, macho negro por hembra gris o viceversa).
Luego de un trabajo de teoría y experimentación de años, Mendel logró determinar claramente 3 tendencias en la herencia genética que ocurrían invariablemente. Los descubrimientos de Mendel décadas más tarde adquirieron el estatus de Leyes. Hoy en día son las ideas que se usan para explicar la herencia genética de los seres vivos.
Mas info en este link https://www.youtube.com/watch?v=yA_fW1ihfqI
LA BIBLIA

A luz de lo que el método científico es capaz de demostrarnos, es que podemos analizar un episodio con tintes de comedia que narra la Biblia en el libro de Génesis, donde un tal Jacob intenta engañar a un señor de nombre Labán para liberarse de la servidumbre que lo vinculaba con él (Recordemos que en el sistema judío un siervo estaba obligado a servir a su patrón durante 7 años y cumplido este plazo el siervo quedaba en libertad de acción, a menos que por voluntad propia quisiera quedarse).
Jacob aceptó quedarse sólo si su patrón accedía a una condición única: hacerse de un rebaño de ovejas. El patrón propuso a Labán que podía quedarse con todas las ovejas manchadas, quedando para su patrón las ovejas de color uniforme. Ese sería el pago por continuar ligado al vínculo patronal. Labán aceptó el acuerdo.
Lo siguiente representa una muestra de la ignorancia de un pueblo de pastores de cabras, que hoy en día, a la luz de los descubrimientos científicos, nos resulta casi una broma y nos demuestra sin lugar a dudas que la biblia ni de cerca puede ser la revelación, la palabra inspirada o enseñanza de algún dios.
Dice la biblia que Jacob instaló una serie de varas de álamo, castaño y avellano, descubriendo la parte clara de la corteza de estas ramas, y las puso delante de las ovejas en los abrevaderos, de manera tal que cuando las ovejas que acostumbraban a procrear en ese sector, las crías nacerían ‘manchadas’ a causa de ese método. Jacob de esta manera pretendió aprovecharse de Labán aplicando este singular sistema, que en la creencia de este pueblo podía determinar el color de las crías.
Con el tiempo Jacob afinó su patraña y solo ponía las varas cuando se apareaban las ovejas más fuertes, de tal manera de que – según la biblia – su rebaño propio creció exponencialmente, tanto que los hijos de su patrón olieron la estafa y encendieron las alertas. Lo que pasó después con la suerte de Jacob ya es otra historia.
Lo importante es que, a la luz de lo analizado, es de perogrullo afirmar que la genética animal no se puede modificar por obra y gracia de poner varas de colores en el momento del apareamiento, esas ideas más bien obedecen a la ignorancia de pueblos con escaso desarrollo cultural como eran los hebreos de la edad del hierro.
(lobeznox)