Por: Larissa Calderón
Mariana Rodríguez, la joven esposa del gobernador de Nuevo León, ha demostrado un sospechoso interés por los niños y niñas tutelados temporal o permanentemente por el estado que su esposo gobierna. Digo sospechoso porque las redes sociales no perdonan y la han señalado de oportunista, hipócrita; por decir lo menos que he encontrado sobre una chica regiomontana de clase acomodada.
Sin embargo ha hecho lo que pocas, poquísimas mujeres en su misma posición, en el pasado o presente. Se metió al DIF para dar visibilidad a un asunto que a ningún gobierno parece importar especialmente. La situación de los niños, niñas y adolescentes que ingresan al sistema estatal y quedan a cargo de éste. Además de criticar los protocolos de adopciones de su entidad, pero que se repite en todo el país.

Desde su llegada al DIF Nuevo León, específicamente al albergue Capullos, hace unos meses, ha transmitido por sus RRSS, sus recorridos por unas instalaciones deterioradas, insuficientes y abandonadas. Se sentó en las camas y notó que los colchones necesitaban ser cambiados, así que convocó a patrocinadores y consiguió renovarlos. Llego navidad y los patrocinadores les llevaron juguetes. Cambió la dinámica del lugar con su constante presencia. Ahora ella conoce el nombre y las problemáticas de las niñas y los niños que de otra manera seguirían siendo invisibles para las élites en el gobierno.

Pero más que una reforma cosmética, como pudiera pensarse, de una influencer del maquillaje. Mariana ha reconocido las necesidades no sólo de unas instalaciones adecuadas, también de salud mental, médica, escolar y, sin dejar a un lado, el desarrollo integral de las y los menores. Nadie dice que no sea una privilegiada, sino que al menos use ese privilegio para mejorar las condiciones del lugar y de las infancias que son responsabilidad del gobierno.
Son los niños, niñas y adolescentes lo que tienen derecho a vivir en familia. No de los adultos a adoptar. Es una frase que ya he mencionado en mis columnas. Y que en una exposición, la misma Mariana la mencionó al hablar de sus propuestas en una mesa para mejorar las adopciones en Nuevo León. Ya que según sus propias palabras le parece un proceso inflexible, lento y burocrático. Propone una fiscalía especializada en niñas, niños y adolescentes y un juzgado especializado en infancia en temas de pérdida de patria potestad.
Pero también aborda la problemática social, en que las personas que desean adoptar, tienen una idea romantizada de la adopción. Entonces al llenar sus formatos, ponen requisitos de no trastornos sexuales, no antecedentes en sus vidas, no discapacidad, entre otras limitantes que no corresponden a la realidad de los niños y niñas que llegan a una situación de estar disponibles para adopción. Porque la violencia y rechazados que están atravesando a las infancias en Nuevo León y todo el país, es de alto nivel. Requiere de la sensibilidad y la disposición de toda la sociedad para mejorar la vida de quienes ya fueron rechazados o, incluso lastimados por su familia.
Sin embargo, para Mariana, estar al frente de una oficina con nombre cursi como Amar a Nuevo León, no ha sido tan fácil, a pesar de su involucramiento e intenciones de mejora y de aprendizaje; las críticas han sido duras, desde la franca ignorancia del tema que ella está manejando, hasta llegar al soez insulto. La promoción de su imagen y de su labor ha tenido claroscuros que va sorteando.

El error de Mariana, por la que se le señala y juzga sin piedad, es por tomarse fotografías haciendo lo que hace. Hacer videos conviviendo con niños, niñas y el personal de Capullos. Fotografiarse con un bebé. Se le lincha por pedirle a un niño que guarde silencio. No sé si no saben lo que es convivir con niños constantemente. Requieren atención continua y sus necesidades, a veces nos sobrepasan. Pudo alejarse a hacer su llamada, sí. Pudo ser más amorosa, sí. Pudo no hacer nada, sí. Lo que no puede dejar de hacer es visibilizar las historias y las condiciones de vida de las y los pequeños más vulnerables. Y debe mantener el objetivo de que el estado de Nuevo León garantice el sano desarrollo de los niños y niñas que tutela. Garantice su inserción en su familia biológica o adoptiva que velen por la felicidad de las infancias nuevoleonesas.