Las redes entre ciencias y humanidades crean una interdependencia, cuyo universo aún falta por explorar, afirman.
Monterrey, N.L. a 16 de octubre de 2022. “La idea de enredar ciencias y humanidades es, en algún sentido, una tautología. Las ciencias y las humanidades siempre, siempre han estado enredadas”, afirmó el escritor y científico Gustavo Ariel Schwartz, en la conversación ‘Nodos: Enredando Ciencias y humanidades’, como parte de las actividades de la Cátedra Alfonso Reyes en la FIL-Monterrey.
“Creer que una escritora, un cineasta, un pianista, un científico, una compositora crean su obra en solitario, es seguir perpetuando la imagen de un creador inspirado por las musas. Es una imagen ya no digamos romántica, tal vez platónica, aquella imagen del creador como mediador entre los dioses y los humanos”.
Ningún creador crea en solitario, aunque trabaje en solitario, abundó, en la charla moderada por Roberto Domínguez, decano asociado de Posgrado de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.

A manera de introducción, Domínguez explicó que Schwartz en su libro ‘#Nodos’, hace una correlación entre las metáforas del pensamiento, de qué manera el pensamiento se sirve de las metáforas y cómo las metáforas permiten conocer el mundo y hacer frente a los complicados laberintos actuales.
En la charla, dijo Schwartz, el creador crea siempre en un determinado contexto cultural, social, político, religioso; en definitiva, toda persona crea en un imaginario colectivo.
“El contexto existe aunque no lo veamos, aunque no seamos conscientes de ello; nuestras bases de ideas y conceptos entre las ciencias y las humanidades existen y han existido siempre.
“Las creaciones culturales y hablo también de las creaciones científicas, literarias, musicales, han sido siempre creaciones interdependientes, aunque no fuésemos conscientes de ello. Sin embargo, es fundamental ser conscientes de la existencia de estas redes porque es precisamente esa consciencia la que nos va abrir la puerta a un universo de posibilidades hasta ahora inexploradas, hasta ahora impensables”, apuntó el autor de ‘#Nodos’.

Schwartz relató una historia para tratar de comprender hasta qué punto estas redes modelan la trama en la que se desarrolla la existencia humana.
En la primavera de 1967, un granjero de Kansas, en Estados Unidos, recibió por correo un sobre marrón que contenía una serie de instrucciones muy precisas acerca de cómo hacerle llegar ese mismo sobre a Alice, una chica de Boston, a la cual, muy probablemente, el granjero desconocía.
“Cuatro días más tarde y para sorpresa de todos, Alice recibió en Cambridge, en Massachusetts, el famoso sobre marrón que había sido enviado al granjero de Kansas. ¿Cómo había sido el periplo de este sobre marrón? El granjero le había dado el sobre al ministro episcopal de su ciudad, éste se lo había enviado al ministro que enseñaba en Cambridge y éste último le había dado el sobre en mano a Alice. Solo dos personas mediaban entre aquel granjero de Kansas y aquella chica de Boston que, por lo demás, eran dos absolutos desconocidos que vivían en ciudades geográfica y socialmente muy diferentes”, explicó.
En los días siguientes, expuso Schwartz, Alice recibió otros 43 sobres provenientes de los más insólitos rincones de Kansas y en promedio, cada carta había pasado por unas seis personas antes de llegar a su destinatario.
“Este experimento fue propuesto y llevado a cabo por el psicólogo Stanley Milgram, de la Universidad de Harvard, y mostraba que dos personas cualesquiera de Estados Unidos, pero también extensible a todo el planeta, estaban conectadas entre sí a través de tan solo otras seis personas en promedio. Esta propiedad es lo que se le conoce, popularmente, como mundos pequeños o como los seis grados de separación en redes sociales. La relevancia de este experimento radica en el hecho de que muestra la estructura de red que subyace al entramado social y esta estructura juega un papel determinante en la manera en que esa sociedad desarrolla su actividad cultural”, abundó.